Muralismo y moralismo, la censura en el espacio público de Colombia

08/12/2024
La imagen del periodista y humorista, Jaime Garzón, asesinado en 1999, fue el motivo más reciente por el cual se alzaron las voces censuradoras, que apelan a estigmatizaciones y mentiras, para intentar callar expresiones que les incomodan. Es una práctica que tiene antecedentes y que recuerda la fuerza expresiva de lo visual.
Censura Jaime Garzón mural Envigado portada
Mural en el interior del colegio La Paz de Envigado. Crédito: La galería a pie. 

Por Santiago Rodas, para La Liga Contra el Silencio.

Desde la autopista, en uno de los muros del puente Simón Bolívar, conocido popularmente como el “puente del Pandequeso”, se distinguen manchas negras de aerosol sobre una pared. Al fondo, se ve el letrero de la estación del Metro de Envigado, municipio que colinda con Medellín al norte y con Itagüí al occidente. Las manchas ocultan el retrato de Jaime Garzón, pintado por algún artista anónimo en una fecha indefinida. Ya no se ven las gafas ni los rasgos de su rostro. Es un gesto simple, pero que revela cuáles imágenes se permiten en el espacio público y cuáles no. Los demás grafitis en la misma área se mantienen sin tachones. 

Pese a tener en su historia artistas como Débora Arango o Fernando González, en el imaginario social de Envigado las ideas conservadoras están  arraigada y los valores de la familia, la herencia y la propiedad están muy presentes. La raíz paisa que expresa con ímpetu “la pared y la muralla son el papel del canalla” moldea la estética de las calles de esta ciudad en la que no es fácil encontrar murales con sentidos políticos directos contrarios a la hegemonía que impera. El arte callejero de protesta es rápidamente señalado, y quienes se atreven a usar el espacio público como plataforma para alzar su voz probablemente sean perseguidos por aquellos con pensamientos reaccionarios.

Otra censura Jaime Garzón mural Envigado
Mural del rostro de Jaime Garzón, cubierto con pintura negra en Envigado. Crédito: Santiago Rodas. 

El mural de Garzón en La Paz                                    

Los estudiantes de un colegio de Envigado decidieron hacer un mural para celebrar el “mes de la paz”. Escogieron un ícono; decidieron retratar al periodista y humorista Jaime Garzón, asesinado en 1999, muchas veces homenajeado. Reconocido, sobre todo, por su apuesta por la paz, su humor y su compromiso político que lo condujo, como a tantos otros, a un final trágico. La letra de una canción de Edson Velandia ilustra muy bien lo que ocurrió con su asesinato. 

Los estudiantes de la institución educativa, ubicada en el barrio La Paz, buscaron apoyo para conseguir los materiales y a un artista que pudiera resolver técnicamente la imagen en el espacio del colegio. Contactaron a un par de grafiteros del municipio para realizar el retrato. Pintaron el mural el 24 de septiembre, con frases alusivas a la paz en un estilo colorido y vibrante. Se hicieron imágenes del proceso de la pintada, con la presencia del personero actual de grado once y el personero de hace cinco años, Camilo Restrepo, periodista y asesor del Concejo Municipal. En las redes sociales, Restrepo divulgó el proceso de pintura del mural y ahí se sembró la semilla de la polémica. 

Los videos de la intervención bracearon, se propagaron, se sumergieron en la corriente virtual y no demoraron en expandir su radio de acción. Los comentarios a favor y en contra empezaron a acumular la ventanita de mensajes en Instagram de la cuenta de Restrepo. Comentarios fueron, comentarios vinieron. 

Como suele ocurrir con la pólvora digital, explotó con rapidez y su cadena nerviosa e invertebrada rebotó en las declaraciones de Alejandro Sánchez Grajales, concejal del partido Centro Democrático y vicepresidente primero del Concejo Municipal, cercano a la senadora Paola Holguín, de su mismo partido. El mural dejó de estar situado geográficamente en la institución del barrio La Paz y abrió sus talanqueras al espacio político y virtual hasta llegar a ser noticia nacional

“Yo como miembro del Centro Democrático y como egresado de la Institución Educativa La Paz no puedo permitir que se pinte un mural de alias ‘Heidy’ dentro de la institución. Alias ‘Heidi’ fue representante y militó en el frente José Solano Sepúlveda de la red urbana del ELN. También como periodista hizo un buen trabajo y se llamaba Jaime Garzón”, dijo el concejal Sánchez. Y añadió: “Como periodista felicitaciones, como guerrillero, yo no puedo aceptar que esté dentro de una institución educativa pública de la que yo egresé y que esté pintado allá y que nadie dé respuestas. Me hacen el favor y respeten. Entonces, quién sigue, ¿el Mono Jojoy? ¿Tirofijo?”. El concejal, sin pruebas, acusó a Garzón de ser parte de una estructura guerrillera y lo dijo airadamente, sin ningún respaldo lo que despertó muchas reacciones en contra.       

Cada cierto tiempo circulan mensajes que tratan de estigmatizar a Garzón vinculándolo al ELN y al alias “Heidi”. Según un chequeo de información de La Silla Vacía, de 2019, es cierto que Garzón se vinculó con 18 años al frente urbano del ELN “José Solano Sepúlveda” en 1978, pero “nunca participó en operaciones militares y la misión más importante que cumplió fue cuidar el dinero del grupo”, según un perfil que el periodista Álvaro García, escribió en Semana. Se retiró meses después. El artículo menciona que Garzón recibió el alias de ‘Heidi’ después de que Nicolás Rodríguez Bautista, alias ‘Gabino’, lo viera cantando la canción de una serie infantil de ese momento conocida como Heidi. El papel más destacado de Garzón fue años después como periodista.

Las declaraciones de Sánchez en el Concejo de Envigado encendieron la chispa de la acalorada discusión que no demoró en tener réplicas. La situación en redes sociales se tensó con argumentos a favor y en contra de la intervención y algunos medios recogieron las declaraciones para dar la noticia de la controversia hasta que alcanzó los ojos del presidente Gustavo Petro, quien respondió, por medio de sus redes, y enfático rechazó las palabras aireadas del concejal, pidió respeto por la memoria del humorista. 

La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) también mostró su rechazo por los comentarios y señaló al concejal de atentar “contra la memoria de Jaime Garzón con declaraciones irresponsables”.

En medio del huracán de píxeles, comentarios, videos de respuesta, se tejieron rumores de que, después del alboroto mediático, uno de los grafiteros tuvo que salir del país por presuntas amenazas. 

Contacté a los grafiteros que realizaron el mural. Ellos, que prefieren mantener en reserva sus nombres por seguridad, desmintieron las versiones: ni ellos ni Camilo Restrepo recibieron amenazas por las declaraciones del concejal del Centro Democrático. Eso sí, señalaron lo particular que se les hizo la polémica y la escalada inesperada que tuvo el episodio. “Luego fue que la gente empezó a comentar mamadas, salió ese loco a decir eso”, respondió uno de los grafiteros. La reacción tensa en redes sociales hizo que los artistas decidieran mantenerse al margen de la polémica y prefirieron no dar testimonios con nombre propio.  

“Cuando Alejandro Sánchez dio sus declaraciones en el Concejo, nos puso una cruz en la frente a los jóvenes, incluso a algunos que son menores de edad, como el personero de la institución y algunas personas que estuvieron presentes en el proceso del mural. El contexto de Envigado es muy fuerte con la estigmatización cuando asocias gente con la guerrilla y con los precedentes que hay”, contó Camilo Restrepo en entrevista con La Liga. Él lo sabe. Ha sido amenazado anteriormente por su militancia política. Hace un año denunció que ingresaron a su vivienda, robaron computadores y discos duros, dejando elementos de valor intactos como tarjetas de crédito. Él sostiene que querían intimidarlo y buscar información de su trabajo como jefe de prensa del congresista Pedro Baracutao García del partido Comunes, fundado por exintegrantes de las antiguas FARC.

“Las declaraciones tensionaron el ambiente de nuevo, otra vez volver al temor de que la gente en la calle lo vea a uno y le grite cosas para hostigarlo”, dijo Restrepo. También habló sobre los efectos de autocensura que se propagaron: “Los proyectos de jóvenes en otras instituciones que querían un mural en sus espacios, con la situación, se anuló esa posibilidad, porque los rectores no quieren entrar en polémicas. No quieren que un concejal los llame guerrilleros por pintar un mural”.

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Proceso de diseño del mural dentro del colegio La Paz de Envigado. Crédito: La galería a pie. 

Los otros murales de la discordia

Como ocurrió durante el paro nacional de 2021, un mural puede convertirse en el centro de la discusión política y recorrer el país a través de redes sociales y medios de comunicación.

La imagen de Garzón está en la corteza cerebral del país. Su relación con los medios, su infortunado asesinato, sus ideas por un futuro mejor y su insistencia en las luchas de la juventud lo volvieron un ícono dentro de la política colombiana y un personaje cuya elocuencia y humor removió las fibras sensibles de varias generaciones. Su rostro se encuentra en camisetas, en libros, en muchos murales. Después de 25 años de su partida, su imagen sigue presente en el espectro iconológico de la Nación.

En el paro nacional de 2021 en diferentes ciudades se reunieron los muralistas, grafiteros y artistas urbanos para realizar intervenciones en grandes formatos. Con mensajes en contra del gobierno de ese momento, el de Iván Duque, se ocuparon puentes, culatas de edificios y espacios masivos, politizando, como nunca antes en la historia reciente del país, los espacios públicos y las intervenciones pictóricas. El retrato de Garzón apareció, de nuevo, en varias paredes. Dos murales en Medellín se convirtieron en polémica nacional y se transformaron en territorios de disputa estética entre la oficialidad, civiles pro gobierno y el grupo numeroso de artistas. 

El primero decía Estado Asesino, con más de 200 metros de largo en el deprimido vial de la avenida 80 con San Juan, en la entrada de la Comuna 13, en el oeste de Medellín. Un par de semanas después fue borrado por un grupo de militares. 

Ante la inexperiencia realizaron una especie de pintura abstracta involuntaria. Con esto el mural tuvo otra dimensión, los medios cubrieron en profundidad el hecho y la discusión sobre las intervenciones se hizo un tema central en las protestas: un mural censurado en la noche por militares recordó las dictaduras del Cono Sur e hirió la sensibilidad de un sector político que movió sus recursos para que estos murales no se reprodujeran, aunque se realizaron muchos más. 

El segundo mural, esta vez en el exclusivo barrio El Poblado de Medellín, dijo en voz alta: Convivir con el Estado. El mural, que hacía alusión a las Convivir —las cooperativas de seguridad de los noventa que fueron el germen de los grupos paramilitares—, duró menos de 24 horas y fue cubierto con otra pintura de una bandera de Antioquia, acompañada por varias camionetas blancas de las cuales salía en bucle el himno de Antioquia. En videos compartidos por quienes censuraron el mensaje, se habló de la guerrilla, de los “vándalos” y de que no querían su presencia en El Poblado; además, se instaba a sus seguidores a no permitir la entrada de las FARC o el ELN a estos barrios acomodados. Por último, el ESMAD (ahora Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden, UNDMO) hizo presencia y fue aplaudido por las personas que realizaban el recubrimiento.

Grafiti pintado en Medellín durante el paro nacional de 2021. Crédito: Comunidad de pintura callejera de Medellín/El Tiempo.

El pasado 19 de octubre de 2024 estuve en los alrededores del colegio de la polémica en Envigado y me encontré que en sus muros exteriores tiene varios murales que representan comunidades indígenas y sus objetos rituales, fauna y flora endémica del Valle del Aburrá. 

Cuando se encendió la polémica por el mural de Garzón, la rectora Doris Sánchez explicó: “El mural es una iniciativa que tuvieron los estudiantes. En la institución tenemos una pared totalmente blanca dividida por cuadros, entonces los estudiantes propusieron ir poniendo allí unos murales relativos a la vida, la paz, el cuidado del medio ambiente, temas de interés de los jóvenes. Fue una iniciativa que nació entre los meses de enero y febrero, cuando comenzó a hacerse el proceso de postulaciones de los candidatos a la personería, contraloría y representante de los estudiantes. Dentro de las propuestas que tuvieron el representante y el personero estaba comenzar a utilizar ese espacio de allí para murales”, añadió.

Al respecto, el profesor Oscar Calvo, decano de la facultad de Ciencias Económicas y Humanas de la Universidad Nacional, afirma que “la censura en este caso se debe leer en la misma línea propuesta por María Fernanda Cabal y su lectura amañada sobre García Márquez, pues lo trata de guerrillero, anulando cualquier otra posibilidad expresiva del escritor”.

“Esta estrategia propone señalamientos continuos a artistas e intelectuales, tildándolos de comunistas, que se puede rastrear en la lógica de la Guerra Fría, pues la intelectualidad latinoamericana se posicionó en una época precisa a favor de la Revolución y esto fue contrarrestado, desde una óptica imperial, por los Estados Unidos, con el Congreso para la Libertad de la Cultura [grupo anticomunista fundado en 1950]”, explicó Calvo.

La estigmatización de artistas y otras figuras, relacionándolos con grupos guerrilleros por parte de un sector de la política reapareció, en octubre del 2024, con las declaraciones del concejal Sánchez, quien sin pruebas, habló de los “nexos” de Jaime Garzón con algún grupo subversivo. 

Parece una estrategia de manual: al diferente se le tilda de guerrillero; al distinto se le señala como comunista. César Paredes, subdirector programático de FLIP, señala que “la estrategia retórica de la derecha que no complejiza con el lenguaje de los fenómenos alrededor del arte, consiste en poner una etiqueta, señalar y limitar”.

Paredes recuerda que “es histórico este uso retórico desde el Frente Nacional. La tradición más conservadora ponía en el mismo saco a los protestantes, a los gais y a quienes tenían ideas distintas. Existía un remoquete: ‘facineroso’, que incluso permitía la justificación del asesinato. Si puedo descalificar al otro de no humano, como pasó con las poblaciones indígenas, puedo disponer de sus cuerpos a mi antojo. Quien pone la categoría ejerce un hecho de violencia”. Para resumir: “estas personas que proponen censuras ven el mundo en blanco y negro, sin matices”.

Paredes explica que “el humor es una de las primeras cosas que persiguen quienes no lo entienden”. Fue el caso de Garzón, quien “encarna una crítica álgida, capaz de sacudir el orden del establecimiento, apelando al humor”. “Lo que más le da miedo al poder y a las instituciones es la burla y la broma. Jaime (Garzón) es uno de los personajes que más está en el centro de las dianas del mundo serio del orden y la bota. Los militares no se ríen casi nunca, menos de sí mismos”.

La grafitera y diseñadora gráfica Rarónica, Verónica Morales, que lleva más de 15 años interviniendo el espacio público y, además, es profesora universitaria propone, por su parte, que “el muro nunca dejará de ser un territorio de disputa de ideas”. “La diferencia entre el arte público y el arte de museo consiste en que el primero tiene una influencia directa en la vida cotidiana; el contenido resuena mucho más, dado que los entornos en los que se presenta son de participación múltiple, y hay diferentes actores que se ven afectados por los contenidos de manera directa”, explica.

Agrega que “el poder de la imagen es trascendente en casi todas las épocas por los símbolos que acarrean y por lo que estas intervenciones en espacios abiertos tienen, también, sus dolientes y detractores; es algo que no termina por disolverse”.

Para Rarónica, “las imágenes complacientes no levantan ninguna escama, dado que no tienen otra función que ser decorativas, pero cuando la pieza visual en el espacio tiene un contenido político, es decir, cuando toma partido por una ideología, corriente o creencia, es esperado que genere reacciones”. Eso fue lo que ocurrió en las protestas de 2021, explicó: “Había una cuestión social álgida de represión policial, y los muros entraron en la trama de esa disputa. Quienes pintaron los muros de protesta sabían que con las intervenciones podrían levantar ampollas, con partidarios y detractores”.

En definitiva, dice la artista, “las imágenes siguen teniendo mucho poder, en las imágenes están sumidas las expectativas y esperanzas de un sector importante de la población (…) La reacción que busca la censura aparece como un reconocimiento del poder de esas imágenes que quiere ser acallado porque el opositor no puede decir y hay que invisibilizarlo, callarlo, pues no se da apertura a la discusión ni al diálogo”.  

Ante la pregunta por la diferencia entre la censura en ambientes digitales o en los espacios públicos de la ciudad, el artista y profesor de la Universidad de Los Andes, Lucas Ospina, señala que “en internet hay métricas, todo es rastreable, hay un rastro digital que dejamos todos, nos hacemos muy legibles. La diferencia es que en la calle no hay intermediario, no hay manera de saber cuánta gente estará viendo ese mural, por eso se censura con rapidez y eficacia”. 

Pone como ejemplo una intervención del artista Carlos Uribe hace unos años, en el centro de Medellín, en la que Pablo Escobar aparecía señalando con el dedo, con el mismo gesto de la icónica pintura Horizontes, de Antonio Cano. El mural fue criticado por sectores conservadores y “fue desmontado rápidamente, por miedo institucional, que es otra forma de censura”, dice Ospina.

“Hoy tenemos un espacio público mercantilizado y domesticado”, opina. 

Sobre el mural de Garzón, cree que su imagen está “tan viva” tantos años después de su asesinato porque “con su cara multifacética tiene mucha autenticidad y no se ha logrado institucionalizar” y, además, le sigue hablando a las nuevas generaciones. “Su memoria se sigue haciendo más fuerte porque fue asesinado, así se transformó en un ícono”, dice Ospina, que resalta nuevamente el humor como herramienta. “La imitación de Garzón de los militares y poderosos, a través de la risa, fue muy punzante y arriesgada”, añade.

Es llamativo que un mural de Jaime Garzón en una institución pública propuesto por una iniciativa de los estudiantes del colegio, y su posterior sobreinterpretación por parte de un concejal tenga la relevancia mediática que tuvo. Demuestra que ciertas imágenes revuelven fibras. Estos hechos recuerdan que la pintura en espacios públicos tiene un peso inusitado y que la censura está al orden del día.   

Después de un cuarto de siglo, Garzón revive de entre los muertos para mostrar su sonrisa histriónica en un mural en La Paz en Envigado, que dice, paradójicamente: “Yo creo en la vida”.  

Semanas después de la polémica, el mural continúa en el espacio que fue pintado dentro de la institución.  

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