Cómo el Estado habría censurado una denuncia de plagio en la Javeriana
El ingeniero llega puntual a la cita y debe esperarme bajo la llovizna en la esquina de la calle 45 con Séptima. Lleva una bolsa plástica con fotocopias bajo el brazo. Ya sentados en un café del campus de la Universidad Javeriana, me explica que, durante los próximos meses y con la ayuda de dos socios más, analizará minuciosamente los contenidos de esa bolsa plástica. El objetivo es determinar si, en efecto —como dicen el autor, un docente tutor y la propia Javeriana—, dentro de esa bolsa salpicada por la llovizna hay una tesis de posgrado inédita y original.
De lo contrario, el ingeniero y sus socios recopilarán la evidencia de un supuesto plagio y la publicarán en su portal plagios.org. Lo harán siguiendo su propia tradición: ya en 24 oportunidades, estos curiosos detectives han buscado destapar casos de plagio en su página de internet.
O bueno, 23, si restamos el famoso Estudio de caso #7 que la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) les obligó a eliminar hace un par de años, luego de que la autora denunciara al blog por presuntamente hacer uso indebido de sus datos personales.
En abril de 2010, el ingeniero y sus socios adquirieron el dominio plagiosos.org con el objetivo de documentar y denunciar presuntos casos de plagio. Para abril de 2015, el ingeniero y sus socios (en adelante: los Plagiosos) ya habían publicado en el portal diez casos de supuesto plagio en trabajos presentados por docentes y estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Industrial de Santander y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. La mayoría de ellos involucraban a docentes.
Su metodología era sencilla: recibían denuncias anónimas a través del correo de la página o sus cuentas en redes, las corroboraban y, de encontrar suficiente evidencia, publicaban en su dominio las similitudes entre los textos originales y el del presunto plagiario en una tabla comparativa de Excel. Al final de cada entrada, el ingeniero y sus socios se dirigían al autor y a la institución involucrada para invitarlos a explicar, desmentir o aclarar la denuncia publicada en el portal.
Durante esos primeros cinco años, ninguna de las universidades implicadas —entre ellas, varias de las mejores universidades públicas y privadas del país— se puso en contacto con Plagiosos, ni desmintió la información que se encuentra en el portal.
Luego, en septiembre de 2015, el portal llamó la atención de las autoridades. Pero no como esperaban los Plagiosos. «Nosotros en un primer momento ni siquiera queríamos revisar ese caso», me contó el ingeniero la primera vez que hablamos por teléfono acerca del ya mencionado Estudio de caso #7.
Según él, los Plagiosos no suelen atender denuncias de plagio en tesis de pregrado, como lo es esta, ya que son mucho más comunes y menos trascendentes que las denuncias de plagio en publicaciones académicas o tesis de posgrado.
Pero esa vez revisaron el caso. Encontraron, dicen, evidencia de un supuesto plagio en 60 por ciento del contenido del trabajo de grado Filosofía y cultura latinoamericana: una reflexión desde Leopoldo Zea. Luego contactaron a la autora. Se comunicaron también con Marcela Forero Reyes, su docente tutora, y avisaron a la Javeriana, universidad que avaló el trabajo con una calificación de 4,5 sobre 5.
El ingeniero me aseguró que, como según él es usual, no obtuvieron respuesta y publicaron la evidencia en su blog el 23 de abril de 2014. Y ahí esta última estuvo disponible al mundo durante casi un año y medio, hasta septiembre de 2015.
El día 30 de ese mes, la SIC expidió la resolución 79495, por medio de la cual ordenaba a los administradores de plagiosos.org bloquear temporalmente el Estudio de caso número 7 de su blog. Se trata de una medida cautelar impuesta a raíz de una demanda instaurada por la autora, quien alegó dos cosas: que el blog la acusaba de un supuesto plagio, cuando contra ella no existía ninguna sanción por esta conducta (lo cual era cierto), y que el mismo «no ofrece las garantías de efectuar aclaraciones ni mucho menos impugnar la información que allí se registra y publica».
La SIC encontró que «a la titular no se le garantizó el derecho de acceder, corregir, actualizar o suprimir la información que sobre ella estaba publicada en dicho portal». En consecuencia, según la entidad, el contenido debía ser «bloqueado temporalmente» hasta que los administradores del portal «acrediten ante la Superintendencia de Industria y Comercio que se han implementado las medidas tendientes a garantizarle el ejercicio efectivo del derecho de habeas data».
A la fecha, la medida cautelar sigue en pie y el contenido bloqueado, pero la SIC no ha determinado si, en efecto, Plagiosos.org incurrió en una violación al habeas data.
Producto de un malentendido con el administrador del dominio, los Plagiosos perdieron los derechos del dominio plagiosos.org y se vieron obligados a adquirir uno nuevo, llamado plagios.org.
Una búsqueda en Google, arroja como primer resultado un artículo publicado por Enter.co en noviembre de 2015. En él, narra la historia de cómo «un troll» de Internet se habría valido de un blog llamado Plagio S.O.S. para poner a circular una acusación de plagio en su contra con el objetivo de dañar su buen nombre. En el artículo, Diego Pineda, decano de la Facultad de Filosofía de la Javeriana, afirma que la universidad revisó la tesis y «confirmó que allí no había plagio alguno». Remata diciendo que la de los Plagiosos es «una acusación anónima» y de «oscuras intenciones».
La denuncia original que los Plagiosos retiraron de su blog por orden de la SIC, y que VICE Colombia publica en este enlace, señala abundantes coincidencias que, según los denunciantes, constituyen fraude.
«En el trabajo no hay ningún plagio», me dijo en su oficina Marcela Forero, docente tutora del trabajo de grado Filosofía y cultura latinoamericana: una reflexión desde Leopoldo Zea o, como le dicen los Plagiosos, el Estudio de caso #7. Durante el segundo semestre de 2009, Forero, cuyo libro más reciente se encuentra exhibido en lobby de la facultad, asegura haberse reunido semanalmente con la autora durante casi un año para asesorarla en la redacción de su trabajo de grado.
«Fue un trabajo construído juiciosamente, discutido párrafo por párrafo», afirmó Forero. También dijo conocer la denuncia de Plagiosos y las tablas en las que muestran coincidencias entre 60 por ciento de las frases en la tesis de la autora y textos de otros.
Para Forero, las coincidencias señaladas por plagiosos no constituyen ninguna conducta fraudulenta, ya que «los textos que (Plagiosos) dicen que plagia están en la bibliografía, todos», sostuvo la docente tutora. «Lo que selecciona plagiosos es el lugar en donde (la autora) está más cerquita, en donde solo cambia algunas palabras», explica Forero.
A pesar de reconocer que es probable que, tal y como lo señalaron los Plagiosos, existan coincidencias textuales entre el trabajo de grado de ella y otras obras, incluída la del propio Leopoldo Zea, para Forero esto no implica que la autora se haya apropiado malintencionadamente del trabajo de otro autores. «Como asesora de tesis, mis alumnos siempre me preguntan si tienen que estar aclarando a cada frase ‘que fulano dice que’. Y no, no tienen que hacerlo, se volvería insoportable».
Lo que pasa, me decía la profesora, es que ni el ingeniero, ni sus socios comprenden que, en una disciplina como la filosofía, «sería un absurdo» pedirle a un estudiante de pregrado que genere nuevo conocimiento. «A veces, solo comprender adecuadamente lo que ya existe es suficiente», explicó.
Según la docente tutora, «más que en el carácter inédito o innovador del texto, el mérito en la tesis está en haber rastreado un mismo asunto a lo largo de la obra de Leopoldo Zea». Al momento de nuestra entrevista, Forero no recordó exactamente cuál era el asunto que la autora había rastreado en su trabajo.
Forero también me dijo que, en su momento, se abstuvo de ofrecer esta explicación o de responder de cualquier forma a la denuncia de los Plagiosos, ya que contestarla implicaba validar de alguna forma lo que para ella era y sigue siendo «una acusación anónima de intenciones oscuras».
Antes de despedirnos en el café, le pido al ingeniero que pose para una foto.
—Una frente a la placa que está a la entrada la universidad, si le parece bien— le digo.
—Una foto mía no— contesta el ingeniero, tajante.
Hasta ese momento no había ocultado ningún detalle acerca de su identidad.
—Nosotros, cuando empezamos con el portal, hicimos un pacto —explica—. Somos un colectivo y ninguno va a aparecer hablando a título propio. Todo lo que le he dicho se lo digo a nombre de Plagio S.O.S. y no quiero que mi nombre salga en su artículo.
Así fue como el ingeniero y sus dos socios pasaron a convertirse en Plagiosos.
Varias preguntas caben: ¿Qué carajos le importa a un ingeniero cuarentón que los niños de la Javeriana (y los profesores de otras cuantas universidades) estén cometiendo plagio?
«Esto comenzó de manera 100 por ciento fortuita», me contestó el ingeniero cuando le pregunté por el origen de Plagiosos.
Una tarde de enero de 2004, el ingeniero, quien por ese entonces dictaba talleres para agricultores que buscaban una certificación orgánica, se acercó a la casa de una colega para pedirle bibliografía relacionada con el tema. «Ella me prestó varios libros que tenía acerca de suelos y al final metió en mi mochila uno que ni siquiera ella había leído, pero que creyó que podía servir».
Se trataba de Agricultura y ambiente, un libro que los profesores de la Universidad Nacional (sede Palmira) Martín Prager Mosquera y Efraín Escobar Guerrero habían publicado a finales del año anterior con la editorial del plantel como fruto de su año sabático.
Al consultar el libro, el ingeniero se llevó una sorpresa: se encontró con su propio trabajo. Varios apartes, según él, habían sido copiados literalmente de Pensamientos y experiencias: aportes a la agroecología colombiana, un libro del cual el Colectivo de Agroecología del Suroccidente Colombiano había publicado 500 ejemplares en marzo de 2003 y cuyo comité editorial había estado conformado por cuatro personas, entre ellas el ingeniero.
«Para uno que tuvo que leer esos textos como 40 veces, el plagio era evidente», recuerda el ingeniero, mientras nos tomamos un café. Al comparar el texto de los profesores Prager y Escobar con el que él y sus colegas habían publicado unos meses antes, el ingeniero encontró que 85 párrafos habían sido copiados literalmente e incluidos sin ninguna clase de citación. «En ese entonces yo todavía creía en las instituciones», me dice el ingeniero mientras toma otro sorbo de café.
En abril de 2010, luego de pasar por todas las instancias jurídicas y académicas sin haber conseguido que los profesores Prager y Escobar fueran sancionados, el ingeniero y sus socios compraron el dominio plagiosos.org y llevaron su denuncia a Internet, el lugar para todas las cosas apócrifas.
Aquella denuncia sigue colgada en el portal de Plagiosos bajo el título Estudio de caso#1. Catorce años han pasado desde la tarde en que el ingeniero se estrelló con su propio trabajo en un libro firmado por otros. Hoy sigue rondando las bibliotecas de otras universidades en busca de otras víctimas.
Sentado junto a una escalera por la que suben y bajan un centenar de profesores y estudiantes de la Javeriana, el ingeniero me explica que en las universidades existe un sistema de incentivos monetarios por publicación, del cual algunos docentes podrían estar sacando provecho indebidamente.
Según su sitio web, la Universidad del Rosario les da a sus docentes un incentivo de 1.907.000 pesos por publicar un libro en una editorial universitaria. Los de la Icesi, según la página de la universidad, reciben 2.626.500, y así también en otros planteles de educación superior.
A los profesores Prager y Escobar publicar un libro que incluía 113 páginas supuestamente copiadas literalmente de otros autores, según la denuncia del ingeniero, les significó 20 puntos adicionales para ascender en el escalafón salarial de la Universidad Nacional.
«Nosotros no solo agotamos las instancias judiciales —me dice— también le llevamos la denuncia a Semana, a El País, a Séptimo Día, mejor dicho a todos los medios. Y a ninguno le pareció interesante».
Con el tiempo, llegaron al portal denuncias acerca de otros posibles casos de plagio académico no solo en Colombia, sino también en México y España. Ya entonces el ingeniero y sus socios procedían a verificar las denuncias de la misma manera que hoy se disponen a hacerlo con el contenido de la bolsa plástica que se encuentra sobre la mesa del café.
Luego de esculcar durante un rato el portal de los Plagiosos, plagios.org, uno tiene que preguntarse una cosa. Si tres tipos que sacan dinero de su propio bolsillo y tiempo de sus ratos libres logran documentar casos de posible plagio, ¿qué pasaría si las autoridades hicieran una investigación sistemática del plagio académico en Colombia? ¿Cuántos grandes plagiarios están sentados en este momento bajo un diploma fraudulento? ¿Cuántos más dictan clase? ¿Podrían Prager y Escobar ser dos de ellos?
Germán Realpe es el CEO de Cloud Seguro, un empresa que, entre otras, «une la parte jurídica, tecnológica y de identidad digital para ofrecer un servicio completo en derecho al olvido». El concepto indica que, después de un tiempo, todos tenemos derecho a que Google olvide algunos contenidos que están asociados a nuestro nombre en internet, pero que ahora juzgamos inconvenientes. Realpe también es el abogado de la autora.
— Este no es un caso de censura, es una caso de protección de datos— aseguró por teléfono Germán Realpe.
Para el abogado, el caso de la autora —lo que los Plagiosos llaman el Estudio de caso #7— constituye una violación a la intimidad de su cliente. «En Colombia, la ley 1581 de 2012 obliga a toda empresa o persona jurídica a informar los canales para rectificar, actualizar o eliminar la información que publica. Y eso no está en Plagiosos», afirmó el abogado.
En la esquina superior derecha del portal llamado plagiosos.org se encuentra la tradicional pestaña ‘Contacto’ y otros cuantos botones más que conducen a las redes sociales y el correo electrónico del blog. Sin embargo, el ingeniero admite que el portal no explica su política de tratamiento de datos.
—Además —continúa Realpe— hay que tener en cuenta que Plagiosos publicó información sensible de la autora —como su nombre, su correo electrónico, dónde estudiaba, las notas— y para publicar esa clase de información es necesario contar con un consentimiento expreso e informado de la persona.
Pero, ¿no estaríamos incurriendo en la misma violación todos los medios de comunicación que publicamos (y documentamos) denuncias en internet? ¿Si la SIC le ordena a los Plagiosos eliminar la entrada en la que denuncia y presenta pruebas en contra de la autora, podría Álvaro Uribe exigir que haga lo mismo con una columna de Daniel Coronell en Semana?
Realpe sostiene que esto no es así necesariamente. Según el abogado «son las autoridades judiciales las que tienen que valorar en cada caso si es más importante la protección de la intimidad de una persona o la publicación de un contenido. En este caso, porque la denuncia desconoce el contexto de la autora y no muestra una investigación seria. Nosotros consideramos que es más importante la protección de los datos».
Sin embargo, más adelante en nuestra conversación, Realpe reconoce la rigurosidad en el trabajo de los Plagiosos: «Es posible que en el portal haya casos que son ciertos, pero en el caso de la autora y de otra persona que he defendido son casos donde uno mira y dice: ‘Oiga, ¿hasta qué punto una información puede ser cierta y acabarle la vida a una persona?'».
También dijo algunas cosas acerca de cómo la denuncia fue manejada inicialmente: «En su momento hubo unos temas. Hace más de años yo fui y me reuní con el departamento jurídico de la Javeriana. Se hicieron unas correcciones (…), hubo una corrección de citas y ya: se corrigió.»
¿Qué pasaría si las autoridades hicieran una investigación sistemática del plagio académico en Colombia? ¿Cuántos grandes plagiarios están sentados en este momento bajo un diploma fraudulento? ¿Cuántos más dictan clase? ¿Podrían Prager y Escobar ser dos de ellos?
Le preguntamos a la Universidad Javeriana si existe o ha existido en algún momento una investigación orientada a esclarecer las denuncias por plagio en contra de la autora. Carolina Jaramillo Correa, funcionaria de la Vicerrectoría Académica, nos contestó que «la información relacionada con los resultados de dichos procesos es reservada; esto con el fin de salvaguardar la garantías constitucionales de los estudiantes».
El trabajo se encuentra en la sala de tesis de la Biblioteca Universidad Javeriana. Sin embargo, según funcionarios de la biblioteca, no puede ser consultado por petición de la autora.
Según su abogado, la autora prefiere no pronunciarse acerca del caso.
Hoy la SIC tiene abiertos dos procesos relacionados con la publicación del Estudio de caso #7: en uno le ordena a los administradores de la página plagiosos.org bloquear temporalmente el contenido como medida cautelar para proteger los derechos de la autora mientras emite un veredicto en el caso. En el otro niega la medida cautelar y les da la razón a los administradores de un portal que se llama plagios.org, ya no plagiosos.org.
El bloqueo temporal ordenado por la SIC en septiembre de 2015 les significó a los Plagiosos perder el dominio plagiosos.org por un malentendido con su administrador. Persistentes, el ingeniero y sus socios adquirieron un nuevo dominio llamado plagios.org.
Al construir el nuevo portal, en el que aparte de las diez denuncias anteriores se encuentran publicados once nuevos «estudios de caso», el ingeniero y sus socios incluyeron de nuevo un enlace al «estudio de caso número 7». Pero esta vez el enlace no conducía a una página con la evidencia del posible plagio sino a un relato de la cadena de hechos que le impiden a plagios.org publicar esta evidencia. En el escrito, los administradores de plagios.org le reclamaban a la SIC resolver la orden de bloqueo «temporal» que se les había impuesto 18 meses atrás.
También le reclamaban con nombre propio a la autora para que se pronunciara acerca del caso.
Esta segunda publicación del Estudio de caso #7 también fue objeto de una solicitud de bloqueo ante la SIC por una presunta violación al habeas data.
Un par de semanas después de ver al ingeniero pedir en el Oma de La Javeriana «un pan: pan normal» sin tener éxito, recibí respuesta a un derecho de petición: en julio de 2016, el superintendente delegado para la protección de datos personales expidió la resolución 46837, a través de la cual negaba dicha solicitud de bloqueo, afirmando que plagios.org sí ofrecía los medios (un correo, un formulario de contáctenos y una cuenta de Skype), para que los involucrados se comunicaran con los administradores de la página y también que el denunciante, cuyo nombre aparece tachado, no había presentado prueba de haber recurrido a estos medios antes de instaurar su demanda.
Luego de recibir el documento en mi correo, llamé al ingeniero para preguntarle si ya sabía que la SIC le había dado la razón. El ingeniero dijo desconocer esa segunda resolución y me pidió que le mandara una copia del documento.
Un par de horas después, él me llamó:
—Aló, ingeniero, ¿leyó la resolución? — le pregunté.
—Sí la leí— contestó impasible— pero no, no nos están dando la razón del todo. Esa resolución habla es del contenido que se encuentra en la página nueva, plagios.org, y el bloqueo está sobre la denuncia que hicimos en la página vieja, plagiosos.org. Ese caso no lo han resuelto aún.
—Igual aquí le están diciendo que su nueva página sí cuenta con los medios para contactar a los administradores y rectificar la información. Con esta resolución en la mano, ¿no se anima a volver a publicar la denuncia completa en la nueva página? — le pregunté.
— No, yo prefiero esperarme a que me den la razón del todo— contestó el ingeniero—. Eso es mejor ser muy correcto con estas cosas.
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